Nina tenía los ojos grandes, la cara llena de pecas y una curiosidad inacabable. Santiago era un niño de cabello color naranja y comportamiento solitario, que quería conocer las estrellas.

Aunque los años pusieron distancia entre ambos, se reencuentran una lluviosa noche de verano. El roce de una mano los hace revivir aquello que dejaron atrás, con la certeza de que aún se tienen el uno al otro.

Una historia de desafíos, familia, crecimiento y un amor que florece, a pesar de los prejuicios y las exigencias de la normalidad.